miércoles, 20 de diciembre de 2017

La Teoría del Avatar (again...)

En una o dos ocasiones, en este Blog, pergeñé algunas ideas sobre mis inquietudes respecto a la vida interior, o espiritual, el alma, el ‘más allá’, y cosas de estas… y me reafirmo en que cada vez creo más firmemente que somos la suma de dos entes, uno físico, nuestro cuerpo, y otro, de otra dimensión, que yo llamo ‘el avatar’… aunque supongo que otros le llamarán ‘el alma’. Y que así como el primero muere (o incluso se recompone, con las prótesis) el otro vive (y sobrevive) en un nivel dimensional paralelo.

Y, lo que es más importante, creo firmemente que podemos interactuar con él en determinadas circunstancias… y que esto es algo que aunque aún lo tenemos poco desarrollado, en el futuro se tendrá que profundizar en ello.

Evidentemente, no soy un filósofo, y no quiero enunciar a bombo y platillo, aquí, mi pomposa ‘Teoría del Avatar’… pero si me apetece ponerme a escribir un poco, monográfica y ‘vuelaplumódicamente’ sobre esto del avatar… o ‘soplo de vida’ en el que tanto creo.

Para empezar (DRAE dixit) avatar proviene del sánscrito avatâra que significa 'descenso o encarnación de un dios'.

Así que si creemos que ese ‘algo’ que muchos llaman ‘dios creador’, y que claramente pertenece a otra dimensión física y temporal, es el origen de un ‘soplo divino’ que nos hace tener una vida interior, un alma, unos sentimientos, etc. es lógico pensar que nuestro alma, o mejor nuestro avatar, aun estando con nosotros, pertenece a otra dimensión, su dimensión ‘de origen’.

Pero vamos a hechos concretos: ¿Qué es el ‘viaje astral’ o las famosas experiencias cercanas a la muerte (NDEs), eso del túnel y la luz, etc.? Pues sencillamente, una salida de nuestro avatar, que contempla el entorno ‘desde fuera del cuerpo’… y luego regresa a él y comunica a nuestro cerebro (o sea el ordenador de nuestro cuerpo físico) su experiencia.

Ni qué decir tiene que todas esas historias del bilocalismo, o ubicuidad, o la precognición, las intuiciones… e incluso las características visionarias de algunas personas, podrían explicarse mejor desde el punto de vista de un avatar especialmente dotado para adquirir y transmitir al cerebro percepciones singulares… incluso extemporáneas a las que alcanza a llegar.

Y la amistad personal, la buena química, etc, podría ser cosa de fuertes conexiones de atracción entre avatares. Como el caer mal, el rechazo… aunque bueno, también es cierto que podría haber una explicación perceptiva (olores, feromonas…) que lo justifique.

Pero, dejando esto, lo que realmente me atrae de la ‘teoría de los avatares’ es la profunda convicción que tengo de que, cuando yo muera, mi avatar permanecerá cerca de mis seres queridos, y estoy seguro de que, de alguna manera, podré conectarme con ellos, y ellos sentir que procuraré protegerlos. Y ello me da una gran paz espiritual, y me hace esperar sin ningún temor mi salida del ‘soporte físico’ que me mantiene en este mundo tridimensional que ocupamos los humanos.

Claro, esto me recuerda, y seguro que tiene que ver, las viejas historias de abuelos que aparecen en las habitaciones de los nietos, o tantas historias de apariciones ‘fantasmales’ positivas recomendando no hacer algo, o elegir un camino, etc. Incluso diría que el ‘especial clima de comunicación’ cuando vas de visita al cementerio el día de los Difuntos, o cualquier día que te lo pida el cuerpo (yo lo hago) es un momento de particular sensibilidad hacia la dimensión donde están los avatares.

Y, por supuesto, las viejas historias del Juicio Final, de la Resurrección de los Muertos… y, muy claramente, en otras religiones, lo de las reencarnaciones… apuntan a la teoría general de que hay algo (el avatar) que ‘vive’ paralelamente al cuerpo físico, que es capaz de separarse de él, y en ocasiones interactuar, que no se destruye, sino que pervive… y que no lo vemos porque pertenece en otra dimensión.

Y que, aunque hoy por hoy, no está a nuestro alcance controlarlo, si bien cada uno puede tener su nivel personal de percepción y disfrute… presumiblemente, el ser humano tenderá a adentrarse en la ‘comunión’ con su avatar, no se si a través de la ‘realidad virtual’, la potenciación (y control) del 'viaje astral', o a qué, hasta que, seguramente, el ser humano irá abandonando el cuerpo físico que nos materializa aquí, y ahora, y nos convirtamos en… ¿plasma…? ¿energía…? ¿ángeles…?

Y mira, a lo mejor en este 'Estado del Arte' se puede entender cómo alcanzar las hoy inabordables distancias del Universo que, al parecer, nos rodea...

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